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Historia de los Himnos

Santo, Santo, Santo


Santo, Santo, Santo. Señor Omnipotente,
Siempre el labio mío loores te dará.
Santo, Santo, Santo. Te adoro reverente,
Dios en tres personas, bendita trinidad

El señor Reginald Heber legó mucho al pueblo evangélico por medio de sus 57 himnos que escribió, de los cuales, entre los más conocidos, uno es “Santo, Santo” Santo”.
Este hombre de Dios nació en 1783. Cuando niño aún, se podía ver que era una persona excepcional. Procedía de una familia respetable y podía decirse de él, que no supo lo que era una depresión económica. El joven Heber asistió a un internado en donde se caracterizó por su extraordinaria generosidad; tanto era así que alguien dijo que era necesidad de coserle las bolsas en las que portaba su dinero, porque de otra manera pronto se lo daría al primer pobre que encontrara. Vale la pena decir también que en su temprana edad no le faltaron amigos, y frecuentemente por las tardes se pasaba relatándoles las historias interesantes que sabía.
Durante sus estudios comenzó a escribir poemas e himnos y, al concluir su carrera, obtuvo varios premios. Su gratitud al Señor fue grande desde su juventud, y la expresó en reconocimiento de los muchos beneficios recibidos de él.
Fue desbordante el gozo de su madre al saber que su hijo había logrado un premio con su famoso poema “Palestina” recitado en la fiesta de clausura. Recibió muchos aplausos, y cuando su madre fue a su recámara para felicitarlo, lo encontró de rodillas, magnificando a Dios por el éxito de aquella pieza literaria.
Cuando el señor Heber salió de la universidad, aceptó la responsabilidad de un pastorado en un templo evangélico de su pueblo, en Hodnet, Inglaterra. El Señor tuvo a bien usarlo en ese lugar por casi 16 años, durante los cuales vio la necesidad de hacer algo para ayudar a la himnología congregacional. Adquirió un pequeño himnario de Cowper–”Olney Hymns”–pero todavía le hacía falta la música. Esta gran necesidad le hizo comenzar a escribir himnos; tenía sus ideas sobre cómo hacerlo y concluyó que los himnos no deberían tener lenguaje vulgar ni indecoroso–ni contener mensajes que reflejen pasiones humanas de pensamientos inmundos.
Escribió varios himnos misioneros y luego fue electo Ministro de Calcuta.
También sirvió al Señor en Ceilán y en toda Australia. Murió a la edad de 42 años, pero indudablemente su nombre se ha perpetuado a causa de su muy conocido himno “Santo, Santo, Santo”.



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